La flor más delicada, parte II de IV

jueves, 21 de junio de 2007

(Continuación de La flor más delicada, parte I)

La segunda palabra me alcanzó por sorpresa. Con la vista fija en la calle por la que siempre desaparecías, no me di cuenta de que, de algún modo, habías estado todo el tiempo ahí sin que me diera cuenta.

Sonreí para agradecerte que me hubieras preparado tal sorpresa y tú, con ademán impaciente, posaste tus manos en mi cintura y apretaste tu frágil cuerpo adolescente contra el mío, forzándome a girar para que nuestros rostros quedaran juntos.

Apartándote de mí tan bruscamente como te acercaste, me lanzaste una última mirada de complicidad y, con expresión de fastidio en la delicada faz, te alejaste por el angosto pasillo de carne y sudor para salir a la calle. Me sentí enfebrecido de júbilo al ver que no tenías reparo en mostrar cuánto te dolía nuestra separación.

No hay comentarios: